miércoles, 9 de septiembre de 2009

Is est mihi

En previsión de que dentro de poco me vea obligado a imponer a la humanidad la más dura exigencia que nunca se le haya puesto, creo indespensablemente decirle ante quien soy yo.

Realmente no haria falta esta explicación, porque sobrados testimonios tengo dadas de mi personalidad.
Pero hay tal desacuerdo entre la grandesa de mi obra y la pequeñez de mis contemporáneos, que hasta ahora nadie me ha sabido comprender.

Vivo de mí mismo, de mi propia creencia en mí, aunque talvez la afirmación de que vivo no sea más que una de tantos prejuicios. Me basta hablar con un hombre "cultivado" cualquiera, que aya venido a veranear en la Egandina, para convencerme de que no vivo.

Así, pues, un deber imperioso se rebela en y contra lo más profundo de mi reserva habitual, más aún: contra mi orgullo instintivo.

Éste deber consiste en decir:
-Oídme; porque soy alguien. Y sobre todo no me confundais con nadie.

Sin ser de ningún modo ei "coco" u otra especie de mounstro moral soy contrario por temperamento a esa clase de individuos que hasta ahora están siendo venerados como modelos de virtud. Me orgullesco de seguir la doctrina del filósofo Dionisio y preferiria mil veces considerado antes sátiro que santo. Por eso quiero que todo el mundo lea este escrito. Tal vez no fuera otra mi intención al escribirla y tal vez aya logrado expresar ese constraste de un modo sereno y benévolo.

Nunca fue mi propósito "mejorar" la humanidad. No quiero erigir nuevos ídolos; me basta con que los antiguos conozcan la miseria de tener los pies de barro.

Derribar ídolos- y al decir ídolo presupongo toda clase de ideales- se acerca más a mis propósitos interiores.

Al mismo tiempo que se imaginaba por medio de una mentira el mundo ideal, se le negaba a la realidad su valor, su significacion, su veracidad.

La mentira del ideal ha sido hasta ahora una maldición suspendida sobre la realidad.

La humanidad misma, fuerza de penetrarse de esta mentira, se ha falseado y falsificado hasta sus más profundus instintos, hasta la adoración de sus valores opuestos a aquellos que garantizaban el desenvolvimiento del porvenir, incluso al derecho de ese porvenir.


F.c.o / H.j

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